Rudolf Steiner fue enfático en que no debemos luchar contra el Impulso del Anticristo, que se manifiesta, por ejemplo, en la extensión de la tecnología a la vida humana misma, como la integración de diversas energías humanas con energías mecánicas. Steiner dijo que esa sería la reacción exactamente equivocada. Estas tecnologías seguramente llegarán –no dejarán de aparecer– porque tales desarrollos son importantes y esenciales para lograr los propósitos de la evolución terrestre.
En contraste, el Impulso Crístico –que se manifiesta, por ejemplo, en que las fuerzas espirituales humanas se vuelven lo suficientemente móviles para dominar la vida en relación con la enfermedad y la muerte– requiere que un número suficiente de personas estén preparadas de la manera correcta para que sepan cómo y cuándo asociarse. con el mundo espiritual. Lo que debemos preocuparnos, dice Steiner, es que tantos seres humanos como sea posible, individual y colectivamente, asuman la responsabilidad desinteresada de velar por que las próximas tecnologías se implementen en consonancia con los grandes objetivos de la evolución terrestre y el curso de la historia mundial.
¿Cómo? Para empezar, los avances tecnológicos deben sincronizarse y armonizarse con desarrollos científicos espirituales proporcionales en una experiencia y asociación plenamente conscientes con Cristo en el reino etérico y Sofía en las corrientes cósmicas de Piscis y Virgo.